Pensamos que cuando callamos nada sigue allí, todo aquello no ha pasado. Todo aquello no sucedió y pensamos, sin embargo, que al cerrar los ojos todo será igual que antes o como nosotros soñamos.

Pensamos que cuando callamos nada sigue, todo es más feliz  y decidimos no mirar nuestro interior alejándonos por completo de nuestra esencia.

Pensamos que cuando nada sigue, no nos podemos hundir. Que realmente somos fuertes y hemos guardado todo aquel dolor demasiado bien, incluso para que nosotros no podamos verle.

Pensamos que cuando sigue, ahí, nunca despertará. Pero dentro de nuestras entrañas ruge con fuerza como siempre lo hizo antes de la anestesia. Ahora, en su despertar, ves todo tu dolor interior que con tanto mimo has guardado para no ver como duele porque como nuestra sociedad nos ha enseñado si no se pasa, se guarda en un rincón oscuro.

Pensamos cuando sigue, y tenemos miedo a enfrentarnos a él. Tanto que a veces nos desvela por las noches. Tanto que sale cuando no creemos que no debería de salir. Tanto que te mata por dentro y sin saberlo.

Cuando sigue, nos ahoga verle de frente. Demasiados años silenciado en un lugar oscuro de nuestro interior creciendo y aumentado el dolor en el paso de los años.

Sigue, siempre estuvo. Pero decidimos no escuchar a nuestro propio dolor sabiendo que siempre estuvo callado y ahora toca verlo desde la compresión del momento.

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